miércoles, 2 de noviembre de 2016


Una película que nos transporta hacia la historia de varias familias, en varios escenarios, en diferentes estratos sociales, que nos permite darnos cuenta de la realidad humana, una realidad cruda que día a día va en aumento, a quienes minuto a minuto luchan por sobrevivir; un mundo en donde el más fuerte y astuto  vive por más tiempo; el hambre, el desempleo, los antivalores, el abandono, en fin tantos inconvenientes que trastocan las conductas de los hombres, pero también en las mismas calles sobreviven personas de otros estratos sociales, como Javier, una persona común y corriente, creyente  de la divinidad, que día a día intenta darle un golpe a la vida, tratando de vencerla a como dé lugar, con un solo objetivo, llevar el sustento diario a su hogar, y por otro lado un grupo de gendarmes, que tienen como misión, controlar los actos delictivos en la comunidad; quienes a riesgo de sus vidas aportan a la regeneración y cambios de conducta de muchas personas, denominados pandillas, bandas, etc. que buscan subsistir a través de prácticas ilegales como el robo en diferentes formas, asaltos a mano armada, tráfico de estupefacientes, corrompiendo de esta manera a sujetos jóvenes que empiezan a vivir en la vida, sin brújula, sin un camino trazado, siendo presa fácil de los capos, líderes del mal o simplemente los brujos, que le pintan una vida de comodidad y sin problemas, una vida en donde el dinero llega de una manera fácil y a raudales, en donde se venera al dios del alcohol, a las drogas y la prostitución, una existencia llena de fantasías, una corta vida, en donde el resultado final será dolor y muerte; es la comidilla del día a día ver como nuestros jóvenes se pierden, no importa su credo ni condición social; lo único que les interesa es el momento de “gloria” que viven, un hogar sin demarcaciones, un sitio en donde lo encuentran todo con facilidad.
 

En resumidas cuentas, somos seres humanos integrantes de una misma sociedad, unos con más o menos problemas que el otro, pero al fin y al cabo compartimos todas las bondades que nos brinda este planeta. No es importante el cargo que se ostenta, ni la condición social, ni el sexo, ni el color, ni la raza…peor la religión, lo más importante en nuestro diario convivir es aprender a manifestarnos, a decir lo que sentimos, lo que queremos, hacer fluir todas nuestras formas comunicacionales posibles, en primer lugar con nuestro creador, luego con nuestra familia, con nuestros dirigidos, con nuestros compañeros y en fin que no exista esa limitante que obstaculice y ponga trabas a esta gran virtud del ser.

 
En reto de valientes, es evidente ese gran poder que tiene la comunicación, tanto intrapersonal como interpersonal, es que los atributos que el hombre posee son definitivamente únicos; en todos los escenarios se puede evidenciar, la comunicación existente que hace inigualable y poderosa todas las acciones que el ser humano emprende, en el interior del hogar, en la estructura organizacional, en los caminos asfaltados de la vida, y en especial la relación hombre-creador, que conlleva a un fortalecimiento espiritual que hace indestructible al individuo, que lo transforma en un ente capaz de mover montañas, de mover cielo y tierra, de traspasar fronteras, de romper muros, con una fe más grande que el mismísimo universo, hacer hasta lo imposible, con la única finalidad de lograr sus propósitos, que encaminen al desenvolvimiento armónico con sus semejantes en los ámbitos nombrados anteriormente.